Lou Reed QEPD
Ha muerto una de las leyendas del rock
hey, babe, take a walk in the wild side...
Para la gente de mi generación, urbanos estudiantes de universidades públicas, la voz inconfundiblemente áspera y cavernosa de Lou Reed cantando casi como susurrando: “hey, nena, date una vuelta por el lado salvaje”, ha sido un símbolo y una bandera. En medio de la violencia en espiral, de las bombas, los paquetazos, los cortes de luz, la hiperinflación de Alan García, los crímenes de Colina, el deterioro que luego supuró por todas sus costuras de los años más duros de la década del 80, saber que en Nueva York un músico también maldecía la violencia y apostaba por sacar lo más noble y salvaje de nuestros propios huesos fue una inspiración. Lou Reed, la gran leyenda del rock, ha muerto este domingo en su casa de Long Island, Nueva York, por complicaciones de una intervención al hígado a los 71 años de edad. Con él muere esa extraña voz que supo, a su vez, cantarles a los días perfectos, al lado salvaje, a la urbe endemoniada y a las dulces jóvenes que crecen como flores en medio de un pantano.
Su rostro, atestado de arrugas como si fueran cicatrices hechas a navajazos, se mantuvo lejano y sereno siempre. Desde que pululaba por la troupé del artista plástico Andy Warhol en The Factory cuando, con otras extrañas criaturas como Nico, fundó The Velvet Underground en los años 70, la emblemática banda cuyo logo, un plátano amarillo, sigue siendo el sello de una época pre-punk en medio de todos los hippies. Es cierto que una de sus canciones más famosas es una descripción de un viaje-al-fondo-asqueroso de la droga, “Heroin”, en la que como cualquier adicto Lou Reed centraba en la necesidad de la heroína su vida, sus días, sus horas y su pesada ansiedad: “me hace sentir como un hombre/ pone una sonrisa en mi rostro”, dice la letra. La canción es un grito desesperado y una catarsis.
A diferencia de la propia Nico y de otros que cayeron por la droga en el camino, Reed siguió cantando, un poco más limpio. Así lo hizo a la gente (casi) común y corriente de Nueva York y sus historias de amor, como en “Romeo tiene a Julieta”, en la que un Romeo Rodríguez termina, como el original, muerto pero debajo de un puente del metro asesinado por la policía, destilando basura en el barrio de los latinos. A su vez, otra de las canciones extraordinarias de la misma época, “Sweet Jane”, en la que narra las miserias de la clase trabajadora norteamericana, termina diciendo: “La vida es solo para morir / Pero cualquiera que haya tenido alguna vez un corazón / Oh, no puede darse la vuelta y romperlo…”.
Lou Reed no solo es una leyenda del rock, sino también de la poesía de una generación que se creyó perdida bajo de la droga y la violencia, pero que supo levantar la voz. ¿Para qué sirve la poesía? Quizás para sacar con palabras algunas emociones que las palabras no pueden contener. ¿Para qué sirve la música? Quizás para apaciguar a los violentos. ¿Para qué puede servir en concreto una canción de Lou Reed? Nos sirvió, a aquellos “los de entonces”, para atravesar la miseria de los días pensando que detrás de los gritos, la catarsis, la desesperación, podía existir otro mundo posible: ni lleno de flores ni lleno de lodo, pero otro mundo posible, porque para eso ya nos habíamos dado varias vueltas por el lado salvaje y habíamos aprendido a atravesarlo.