#ElPerúQueQueremos

El lugar de los hechos

Publicado: 2010-10-03

Ese pequeño habitáculo escondido detrás de carpetas, y adonde penetramos con nuestro lapicero y nuestra conciencia, se convertirá hoy en el lugar de los hechos. Pararse frente al voto, frente a sus posibilidades, y tener miedo o marcar con seguridad son parte de un ritual que, algunos, lo vivimos como una celebración. Los más cursis la llaman “la fiesta de la democracia”; en todo caso, es la posibilidad de un ejercicio de libre albedrío. En ese lugar de los hechos, acompañados por nuestras sombras, ejercemos una toma de decisión incluso cuando votamos viciado y si “no creemos en el sistema”. Más allá de cualquier posición, la sola posibilidad de ir y votar, de que ese solo voto implique algo en una elección limpia, aun cuando sea una marca más entre millones de marcas, vivifica el espíritu de los animales políticos que somos.

Muchos y muchas dicen que se trata solo de algo representativo. Votar una vez cada cierto tiempo no implica necesariamente que participemos, que en realidad no escogemos nada, que la democracia es solo una palabra. En algunas circunstancias quizás pueda ser cierto –recuerdo las elecciones del 2000–  pero hoy definitivamente no. Una elección municipal, con ciertas garantías desde la ONPE y el JNE, es una posibilidad como ninguna otra para permitir que la política –esa sentina oscura, ese cuarto hediendo– cambie y seamos, precisamente, las personas “de a pie”, la “señora de su casa”, el “hombre de la calle”, quienes tomemos las decisiones. Es complejo el sistema, es caro, es difícil, es caótico, pero es lo que realmente recompensa después de tantas y tantas posibilidades quemadas con gobiernos dictatoriales, semidictatoriales y casi delincuenciales.

Durante las elecciones presidenciales anteriores mi tía abuela de cien años, doña Rosalinda, hoy difunta, se paró de su cama y dijo que quería votar. “Pero tú ya tienes dispensa”. Doña Rosalinda era piurana y terca. Con la experiencia de haber sido una mujer que no pudo votar durante muchos años, se levantó como pudo y se fue directamente al colegio de la mano de sus sobrinos y nietos. Mi madre, de ochentaitantos –como le gusta decir– hoy irá caminando lentísima hacia el colegio Mater Purissima a ejercer su derecho “porque me da la gana”. ¡No es maravilloso que estas mujeres, curtidas por la vida y por los tantísimos maltratos políticos de toda índole, estén dispuestas a que les duelan los huesos por ejercer un derecho ciudadano!

Lamentablemente, desde donde escribo estas líneas, la ciudad de Middleburry, en Vermont, donde cae una lluvia tenaz sin atisbo de sosiego, debo confesar que, cuando mi candidata preferida tiene todas las posibilidades de ganar, estoy azarosamente lejos y no voy a imitar en sus derechos ni a mi madre ni a mi tía abuela. No estar en el mitin del jueves y no votar en estas elecciones en las que dos mujeres están de punteras quizás sea la paradoja que el destino me tenía reservada. Sin embargo, esté donde esté, en algún punto del mapa que ni siquiera tenga una línea pespunteada, celebraré cada segundo la victoria.

NOTA DESDE BOSTON

Este artículo lo envié el jueves y hoy domingo, por la mañana, viendo desde lejos las elecciones, me comenta un insider de El Comercio que ayer se celebraba ya la victoria de Lourdes Flores en los pasillos del viejo diario. Espero que mi fuente esté en un error y exagere sobre la fuerza que pueden tener los medios aliados a las corporaciones. No obstante, hay que estar muy alertas, sobre todo los personeros de todos los partidos, para garantizar unas elecciones limpias.

Esta kolumna ha sido publicada en La República el domingo 3 de octubre de 2010.


Escrito por

Rocío Silva Santisteban

Rocío Silva-Santisteban Manrique (Lima, 1963) Escritora, profesora, activista en derechos humanos y políticamente zurda.


Publicado en

Kolumna Okupa

Artículos, kolumnas, reseñas de libros, poesía y reflexiones varias de Rocío Silva Santisteban.