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El doctor en física y militante del PC argentino Ernesto Sábato en 1937 camino a Europa.

Ernesto Sábato: centrífugo y centrípeta

Publicado: 2011-04-30

El artículo que viene a continuación es un fragmento de mi tesis de maestría sobre las relaciones entre lo corporal y lo textual en las mujeres. Una de mis reflexiones parte de un ensayo bastante polémico de Ernesto Sábato, que está en su libro Hombres y engranajes, y cuyo foco principal es una reflexión sobre la diferencia de sensibilidades entre los varones y las mujeres. Lo publico como un homenaje al ingeniero químico doctor en física que trabajó con los esposos Curie pero luego devino en novelista y activista de los derechos humanos.

En uno de sus memorables ensayos el escritor Ernesto Sábato sostiene que la mujer y el hombre poseen dos sensibilidades diferentes de acuerdo con las diferencias de ubicación de sus genitales externos. El considera que el hombre es centrífugo (del Latín centrum y fugere, huir. Adj. que aleja del centro); y la mujer centrípeta (del latin centrum y petere, dirigir. Adj. que atrae, dirige, impele hacia el centro). Dice Sábato: “el hombre va de la realidad a lo descabellado, centrífugamente. La mujer de lo descabellado a la realidad, centrípetamente” (Sábato, 1982:76). Se trata sin duda de una interpretación de las tesis esencialistas y biologicistas que pretenden diferenciar no al cuerpo del varón del cuerpo de la mujer, sino a lo masculino y femenino desde la naturaleza, es decir, desde una propuesta que viene de un más allá no metafísico sino natural.

No obstante, Sábato no se encuentra tan equivocado cuando sostiene que:

En el hombre el sexo es un apéndice, no sólo desde el punto de vista anatómico sino también fisiológica y psicológicamente: está hacia fuera, hacia el mundo, es centrífugo. En la mujer está hacia adentro, hacia el seno mismo de la especie, hacia el misterio primordial... (Sábato, De hombres y engranajes, Alianza Editorial, 1982: 131).

Dejando de lado todo el entramado cultural, simbólico e ideológico que marca su discurso falogocéntrico y que se basa en las tradicionales dicotomías masculino-femenino (razón, intuición; abstracción, concreción; logos, natura) encontramos un elemento intuitivo en Sábato que se acerca a los discursos psicoanalíticos sobre las diferencias de percepción entre el cuerpo de un hombre y el cuerpo de una mujer: una percepción centrífuga y una percepción centrípeta, que por supuesto, no tienen tan sólo un origen “natural” sino que emanan del cruce de esquema corporal con imagen del cuerpo y que, como hemos venido señalando en textos anteriores, no es algo simplemente dado sino también armado sobre las simbolizaciones y relaciones intersubjetivas.

Algunos psicoanalistas, sobre todo aquellos que investigan la conciencia del cuerpo, sostienen que la imagen del cuerpo está sostenida en tres aspectos: la imagen base, la imagen funcional y la imagen erógena. La última está asociada a determinada imagen funcional del cuerpo: el lugar donde se focaliza el placer. Su representación está referida a círculos, óvalos, cavidades, bolas, palpos, rayas y agujeros, imaginados como dotados de intenciones emisivas activas o receptivo pasivas, de finalidad agradable o desagradable. La imagen del cuerpo es la síntesis, en constante devenir, de estas tres imágenes, enlazadas entre sí por las pulsiones de vida, las cuales se actualizan en la imagen dinámica de cada sujeto. Para Francoise Dolto, la imagen dinámica genital es, en la mujer, centrípeta, respecto del objeto parcial peniano y, en el hombre, una imagen dinámica centrífuga (Dolto, La imagen inconsciente del cuerpo, Edit. Piscología Profunda, 1986: 50).

Señalar que la imagen dinámica genital de la mujer es centrípeta en su relación con el falo del hombre es caer nuevamente en las trampas del género y en lo que Thomas Laqueur denomina la “construcción del sexo”. Consideramos que la percepción centrífuga en el hombre y centrípeta en la mujer no está vinculada sólo a la posición en la relación heterosexual, es decir, de esa falsa “natural” relación que se establece alrededor del falo entre hombres y mujeres, sino que lo centrífugo y lo centrípeto está vinculado a todas las simbolizaciones en torno a nuestro cuerpo a partir del hecho de que todas las mujeres (sean homosexuales, bisexuales o heterosexuales) poseen una vagina  “dentro del cuerpo” y los hombres (sean heterosexuales u homosexuales) un pene que está localizado fuera de él. Así la percepción del cuerpo propio en la mujer es centrípeta, pues absorbe, atrae, acoge hacia su interior. En cambio el hombre es centrífuga porque expele, bota, suelta, arroja[1].

En un polémico artículo titulado Palabra de Mujer, Annie Leclerc, señala que el mundo del hombre y por consiguiente el de su escritura, es el mundo de la conquista y del deseo, de la lucha que lo proyecta hacia adelante como si la forma de su sexo le indicara un recto en el camino y una lejana dirección, ajenos a sí mismos. Para Leclerc, el otro sí mismo (el falo) es un segundo sí mismo en breve, un segundo yo que lo conduce, activo y señalador, por el desierto: el dedo de la orden del verbo, un índice de la prohibición y del poder (dentro de este aspecto es interesante mencionar la disociación que pueden lograr los hombres respecto a su falo. Un ejemplo elocuente es la novela de Alberto Moravia El y yo).

El hombre percibe la realidad centrífugamente pues al estar los genitales al descubierto —los ve, los toca, los palpa— toda su sensibilidad se vuelca hacia fuera del cuerpo; y la mujer, centrípetamente, porque encontrándose la vagina dentro del cuerpo y el clítoris por lo menos oculto, su forma de sostenerse en la realidad también es interna, hacia su propio interior (física y psíquicamente). Sábato de esta manera relaciona intuitivamente el mundo de lo público con la exterioridad de los genitales del hombre y el mundo de lo privado con la interioridad de los genitales femeninos. Esta relación “intuitiva” forma parte de lo que Castoriadis ha denominado las significaciones sociales imaginarias, es decir, las significaciones que determinan aquello que es real en una sociedad y aquello que no lo es, lo que tiene un sentido y lo que carece de sentido (Castoriadis, 1994).

Para Sábato la relación entre adentro y afuera está vinculada con lo femenino y lo masculino, se trata obviamente de la tradicional tesis falogocéntrica sobre las diferencias. Pero al margen de sus contenidos políticos e ideológicos —referidos al biopoder que denuncia Foucault y la crítica feminista— es posible resemantizar este discurso (desde una perspectiva de género aunque bastante heterodoxa) y plantear la posibilidad de una imagen del cuerpo femenino hacia la interioridad del ser, no sólo de la materialidad de la carne —es decir del sema en tanto unidad de sentido y no sólo del soma— permite pensar que para la mujer el universo empieza en la piel y se extiende hacia el centro del cuerpo: el cuerpo es el límite del infinito pero hacia adentro.

[1] Es interesante señalar acá las diferencias que se usan para señalar el orgasmo en el lenguaje sexual popular peruano. Cuando una mujer llega al orgasmo “se viene”, cuando un hombre llega al orgasmo “se da”. Por supuesto este lenguaje está mucho más vinculado con los patrones de género que con la percepción del cuerpo propio. Pero venirse implica salir desde adentro y entrar a algo distinto y darse es, por supuesto, entregar el esperma.


Escrito por

Rocío Silva Santisteban

Rocío Silva-Santisteban Manrique (Lima, 1963) Escritora, profesora, activista en derechos humanos y políticamente zurda.


Publicado en

Kolumna Okupa

Artículos, kolumnas, reseñas de libros, poesía y reflexiones varias de Rocío Silva Santisteban.