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Baguazo: la falta de respeto

Este juicio no es, de ninguna manera, intercultural 

Publicado: 2014-05-20

“¿Por eso tengo que pedir disculpas?” contestó Alan García este sábado a las preguntas incómodas que una joven entrevistadora de la revista Somos, Marisol Grau, le hiciera sobre el “baguazo”. “Lo que ocurrió en Bagua fue un asesinato premeditado de policías. Me impresiona que la prensa no informe claramente…” y luego García arremetió contra el padre del Mayor Bazán, les echó la culpa a los “antauristas” y a los “terroristas” de todo lo que sucedió tanto en La Curva del Diablo como en la Estación 6. ¡Para qué vamos a calificarlo de soberbio si eso lo sabemos todos los peruanos! 

Emulando a su tantas veces mencionado Lope de Vega y sus enmarañadas tramas ficticias, Alan García hace del limpiarse las manos como deporte político nacional un juego olímpico en el que “perro del hortelano” es un síndrome que sigue utilizando como justificación de lo injustificable. Sin embargo, como la mayoría de la población piensa, tanto Cabanillas como Aráoz, Simon y García Pérez deberían estar también ahí sentados junto con los mestizos e indígenas awajún-wampis para responder a la muerte de treinta y tres peruanos y de un desaparecido. Nosotros no olvidamos los artículos injuriosos que escribió sobre el tema y que, junto con la tozudez del Ejecutivo por mantener los decretos legislativos y un operativo policial totalmente fallido, son el origen de esa matanza.

Pero el juicio por la Curva del Diablo comenzó con estas notorias ausencias el miércoles de la semana pasada ante el tribunal de tres vocales de la Sala Penal Transitoria de Bagua. A las 10 de la mañana ante una sala abigarrada, llena de cámaras y periodistas, en las escasas sillas estuvieron sentados los 52 procesados y una procesada. Entre ellos en primera fila destacaban Santiago Manuin, Alberto Pizango, Merino Trigoso, Dani López, Feliciano Cahuaza, a quienes el fiscal ha pedido cadena perpetua. Hubo 15 abogados, tres de oficio para varios procesados y algunos reos ausentes, no por negarse a participar sino por diversos problemas en el camino. Recordemos que muchos de los indígenas procesados tienen que hacer viajes de horas caminando, luego tomar embarcaciones y trasladarse en bus para finalmente llegar a la ciudad. Este ir y venir que podría prolongarse por años, si el juicio adquiere el ritmo de la “normalidad”, van a constituir el peor ejemplo de administración de justicia para procesados indígenas.

Además, como empeorando una situación que de por sí ya resulta denigrante, no se contaba con intérpretes como lo había incluso expresamente solicitado la Defensoría del Pueblo. Así tuvimos una escena que parecía extraída de El sueño del celta en el que se solicitan las generales de ley “despacito” a un awajún para que pueda entender. El presidente del tribunal, Gonzalo Zabarburú, sostuvo que el 26 de mayo cuando se reanude la audiencia, habrá traductores del awajún, wampis y shawi. Lo mínimo.

Por otro lado, cuando el abogado del IDL, Juan José Quispe, solicitó pericias antropológicas, el procurador del Ministerio del Interior las rechazó bajo el argumento de que “aquí nadie está juzgando a una nación”. Patético. Lamentable. Vergonzoso. Y yo sí creo que aquí estamos juzgando, no legalmente pero sí socialmente, a una nación: a la nación peruana a ver si después de tantos años, tanto sufrimiento, tanta tragedia, tanta matanza, tanto viceministerio de interculturalidad, tanta ley de consulta y reglamento, finalmente entiende que los awajún, wampis y shawis son tan peruanos como Ud. o como yo y por lo tanto merecen respeto.

Esta kolumna fue publica en La República el 20 de mayo de 2014. 


Escrito por

Rocío Silva Santisteban

Rocío Silva-Santisteban Manrique (Lima, 1963) Escritora, profesora, activista en derechos humanos y políticamente zurda.


Publicado en

Kolumna Okupa

Artículos, kolumnas, reseñas de libros, poesía y reflexiones varias de Rocío Silva Santisteban.