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edward hooper intervenido por ursula murray. 

¿La infidelidad es violencia?

La doble moral peruana y la alta tolerancia a la infidelidad masculina 

Publicado: 2016-08-09

Renato Cisneros en su extraordinario libro “La distancia que nos separa” relata la historia de su abuelo el periodista Luis Fernán Cisneros y sus dos familias: la firme y la sucursal. Nunca pudo separarse de su primera esposa e incluso cuando fue deportado a Buenos Aires viajó con ambas familias y las instaló una cerca de la otra. Esa esquizofrenia se volvió a repetir con el padre de Renato, el famoso general llamado El Gaucho Cisneros, aunque este último sí se separó de la primera familia y pudo constituir otra, aunque no oficial, sí emocional. 

La tradición del hombre con dos familias paralelas por su cobardía de no resolver una situación de tensión y el silencio cómplice de una sociedad patriarcal, conservadora, católica y machista es una situación repetitiva en nuestro país y en América Latina. Mis tíos abuelos solían hablar de su Piura natal y recordar a algún amigo que tenía “la catedral y las capillas” para referirse a las familias paralelas, a veces, tres. Obviamente un hacendado podía tener mujeres e hijos por todos lados: patrón y patriarca eran figuras complementarias. Esa proliferación de hijos de manera irresponsable y la infidelidad sistemática del varón eran resaltadas como cualidades de un “macho que se respeta”.

Hoy las cosas han cambiado pero no tanto. La sospecha de infidelidad de parte de las mujeres enciende la furia de los machos en celo permanente y es, a veces, el gatillo de una violencia brutal como la que Adriano Pozo descargó contra Deysi Arlette Contreras. Pero, ¿qué sucede con la propia infidelidad masculina?

En Colombia hace algunos meses una sentencia relacionada con un feminicidio consideró a la infidelidad como forma grave de maltrato psicológico. En algunos países de Europa puede constituir agravante o delito de acoso moral. Obviamente no estamos hablando de una infidelidad ocasional sino permanente: una deslealtad agravada por la cobardía de ocultar la verdad. Esta sentencia colombiana reconoce que la traición insistente generaba en la víctima profundo dolor y sentimientos de tristeza, angustia e inseguridad, repercutiendo negativamente en su salud física y mental. En el caso colombiano el marido, además de serle infiel, la mató.

Muchas veces ante los reclamos de su pareja, el infiel reacciona con violencia física, golpes o amenazas y agresiones. Pero en estas circunstancias estamos hablando de otro nivel de violencia. La sola mentira y peor aún la mendacidad constante son en sí mismas violencias psicológicas originadas por la cobardía de no asumir la verdad y sincerar la relación. La infidelidad es una deslealtad doble: contra la otra persona y contra el proyecto de pareja instituido. Peor cuando hay niños de por medio. Más aún si se mantiene una relación licenciosa por chantajes o favores que agravan la deslealtad en otros ámbitos (laborales o económicos).

Nuestra sociedad es altamente tolerante con la infidelidad masculina y la femenina es denigrada y usada como atenuante de los feminicidas. Esta doble moral se basa, por cierto, en lo que permitía que mis tíos abuelos se rieran de las dotes del patrón-patriarca, su catedral y sus capillas: el machismo sostenido, reincidente, soterrado y tolerado. Contra eso marchemos este sábado. #NiUnaMenos.


Esta kolumna fue publicada hoy en La República. 


Escrito por

Rocío Silva Santisteban

Rocío Silva-Santisteban Manrique (Lima, 1963) Escritora, profesora, activista en derechos humanos y políticamente zurda.


Publicado en

Kolumna Okupa

Artículos, kolumnas, reseñas de libros, poesía y reflexiones varias de Rocío Silva Santisteban.