Hasta pronto, poeta
Pequeño homenaje al gran Arturo Corcuera
Conocí a Arturo Corcuera a través de una página. Una página amarillenta y luminosa. Era una revista de poesía, quizás de la otrora Casa de la Cultura, de la cual “La fábula del Espantajo” aparecía como en tercera dimensión. Yo era colegiala y no sabía que la poesía también podría contener figuras en sí misma, jugando con las gráficas y la página en blanco, como lo había enseñado Apollinaire.
Corcuera no es un poeta simbolista en el sentido francés, sino que hacía lo más propio de un poeta auténtico: jugar con las palabras. La poesía no es solemne sino intensa en su delicadeza y brevedad: esa justicia Arturo Corcuera la encontró y la plasmó en su obra cumbre “Noé delirante”, un conjunto de poemas breves, adivinanzas en rima, sonetos, poemas en prosa, que nos cuentan la maravilla de la vida misma en medio de tormentas y diluvios. Corcuera utiliza también ese juego de fábulas y portentos para hacer un cuestionamiento político fino que, cuarenta años después, sigue vigente: “Para atenazar su presa/ y digerir el robo/ se hace pasar el Águila/ por los huevos de oro…”
“Noé delirante” es un canto a la vida vivida como milagro, como magia cotidiana, encontrada en la luz de las luciérnagas y en el contraste de la rosa. Algunos años después conocí a Arturo personalmente y desde ese momento me abrió las puertas de su encantadora casa en Santa Inés, Chaclacayo, adonde hemos podido recalar tantos poetas, artistas, cantantes, periodistas, para compartir una paella, con la generosidad y el esplendor que Arturo y Rosi Andrino, su esposa, suelen prodigar a todos los amigos. Y le agradezco a Arturo y a Rosi darme un hermano menor, Javier, bautizado así en homenaje a Javier Heraud, otro grande que fue amigo del poeta. Mi amigo, mi hermano, Javier Corcuera, además de ser un gran cineasta, es un heredero de la disidencia del poeta. Porque Arturo, formado en la sólida tradición de la poesía española de la Generación del 27, no solo es un poeta preciso sino también rebelde. Su posición política a favor de la Revolución Cubana y su defensa de las causas de los trabajadores, las mujeres, los derechos humanos lo convirtieron en un activista.
Para un poeta es fácil hacer de la vida poesía: es lo corriente y la base del arsenal de símbolos. Pero es sumamente difícil sino imposible hacer de la poesía vida. Arturo Corcuera, con su casa y su huerta y su familia y sus silencios y sus ritmos, ha logrado lo imposible. “Como el otoño abandonaré al viento una tarde estas hojas”. Nuestro Noé, con su pelo largo, cano y rebelde, ha partido para estar presente ahora solo a través de lo que más amo.
Cuando agosto era 21, 2017
Escrito por
Rocío Silva-Santisteban Manrique (Lima, 1963) Escritora, profesora, activista en derechos humanos y políticamente zurda.
Publicado en
Artículos, kolumnas, reseñas de libros, poesía y reflexiones varias de Rocío Silva Santisteban.